A Laura y a los que escuchan y saben escuchar
Las diez de la mañana de un sábado cualquiera, del mes de mayo. Laura caminaba en silencio de la mano de su madre. Quizá un poco adelantada al paso. Quería que su madre apurara más debido al interés concreto que la inquietaba.
-¡Quieres ir más despacio¡ -pidió su madre.

-El perro que vamos a comprar ¿es pequeñito?
-Si. Es un perrito negro, muy chiquitito, para que puedas jugar con él y te haga compañía.
-Y si no quiero jugar, ¿se enfadará conmigo?
-Y si no quiero jugar, ¿se enfadará conmigo?
-¿Por qué habría de enfadarse? Se entretendrá con otras cosas: una pelota, un hueso. No debes pre-o-cu-par-te.
-Seguro que me morderá si no juego con él.

-¡Yo quiero un perro grande como papá!
-Esos sí que muerden.-sonrió-. Tienen una boca grande y unos dientes afilados que se tragan a las niñas pequeñitas como tú.
-¡Eso no es verdad!- Y se paró en seco cruzando los brazos en señal de desaprobación.- Papá, cuando dice que me va a comer, acerca su boca a mi cuello, me hace cosquillas y no me muerde.

-Pues yo quiero un perro grande como papá. Quiero ir a caballito en él. Si es pequeñito no podrá conmigo.
-Ya - claudicó la madre. Cogió a Laura en brazos y continuó - Para te lleve por todo el comedor a cuatro patas como papá. Para que te puedas subir encima y llegar al frasco de la miel. Para que se coma a escondidas todo lo que tú no quieras. Para que te lleve al parque y le muerda a todos los que no te dejan subir a los columpios y cien cosas más, ¿verdad, cielo? Y para que te haga un montón de cosquillas aquí, donde te muerde todos los días.

-Como papá.
"En el día internacional dedicado a las familias "
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