-"Despacio, ten mucho cuidado... Sujétate con las manos a la cuerda. Así. Ahora siéntate y déjate caer sin miedo. Frena un poco con los pies. ¡Ya está!"
La abuela observaba embelesada a su nieta cuando subía de nuevo rápidamente al tobogán y, siguiendo al dedillo sus instrucciones, volvía a deslizarse hasta la arena. No había casi nadie en el parque y el tobogán era todo para ella.
Paloma es una niña de 4 años. Su pelo rizado y alborotado, bastante corto, se le arremolina alrededor de su cara redonda dándole una apariencia alegre y vivaracha.
Esta vez, se quedó estática sobre la arena, al escuchar los lloros de una de las pocas niñas que se habían sumado a los juegos de esa tarde calurosa de finales de julio. Observaba cómo la madre le limpiaba cuidadosamente, con un pañuelo que había sacado del bolso, los restos de arena de la boca y de la cara. Estaba segura que se había caído del columpio. Ella le tenía pánico. Le gustaba volar pero, el vaivén, la ponía nerviosa y la entristecía. Hasta le molestaba ver a otros niños moverse adelante y atrás empujados por sus padres.
Avanzó unos pasos tímidos hacia la escena de la caída, se detuvo y volvió a mirar a su compañera de juegos..
-"Yo, cuando me hago pupa viene mi mamá y me da un beso mariposa. Y ya no me duele nada."-Hablaba para sí misma. Quizá con la esperanza que la escuchara Julia, la amiga que le hacía compañia muchas veces y con la que jugaba al escondite, a la rueda, al balancín. Ahora, Paloma , la veía llorar todavía y se había asustado un poco.
Sintió que la llamaban y , corriendo, se acercó al banco donde estaba su abuela.
-¿Qué sucede, cariño? - le susurró sosteniéndole la cara entre sus manos-.
-Julia se ha caído y se ha hecho pupa en la cara.- y señaló con sus dedos la boca, la nariz y los ojos-.Está llorando.
-Seguro que no ha sido nada. Ya verás como dentro de muy poco está jugando contigo.- Y la tranquilizó.
Paloma se acercó lentamente. Su amiga tenía los ojos llorosos y todavía soltaba algún respingo de intranquilidad. Se sentó a su lado, la miró y no dijo nada. Julia comía una galleta y observaba compungida el dedo índice de su mano derecha que tenía la uña ligeramente levantada y se lo enseñaba.
-Yo, cuando me hago pupa viene mi mamá y me da un beso mariposa en la herida y se cura.- Lo corroboró Paloma con los gestos de la cara. Y se dio un beso explicativo en el dedo-.
-Mi mamá no sabe dar besos mariposa. Pero me canta "sana, sana, culito de rana, si no sanas hoy, sanarás mañana". Pero me duele igual. - Gimoteó un poco y sopló en la uña del dedo y, eso, la alivió-.
-Si quieres, esta noche cuando venga mi mamá , le digo que te dé un beso mariposa para que se te cure y no te duela más. -Se incorporó , se colocó delante y se lo pidió hasta con los propios ojos-.
Cuando regresaba a su casa, en la entrada, Julia fijó la mirada en una mariposa que revoloteaba sobre las flores de las macetas del jardín. La siguió unos segundos hasta que, dibujando acrobacias con otra, se perdió entre las copas de los chopos cercanos. Se miró el dedo dolorido y entró pensativa en casa precediendo a su madre.
-Mamá, ¿tú sabes dar besos mariposa? - y esperó con ansiedad la respuesta.
-¿Besos mariposa?- se extrañó y sonrió su madre-.
-Pero... a ver, ¿de dónde has sacado tú esos cuentos, cielo? No existen esos besos, hija. El dedo se te curará solo en unas horas, ¿entendido?
- La mamá de Paloma sabe dar besos mariposa.- Se lo soltó sin contemplaciones-.
- Le preguntaré mañana cómo son esos besos, ¿contenta? - La cogió en sus brazos y le dio cientos de besos como anticipo, esta vez, cuajados de una tristeza que se reflejaba en sus ojos.- Ahora a bañarte,-continuó-,que todavía tienes arena en todas partes. Y te colocaré una tirita en el dedo antes de irte a dormir.
Paloma ya estaba en cama. Su abuela la contemplaba desde la puerta entreabierta de la habitación. Del techo colgaba sobre la cabecera un móvil lleno de mariposas.
-Abuela, ¿le puedo pedir a mamá que le de un beso mariposa en el dedo a Julia?
-Me parece bien. Seguro que no le importará. Sabes que, Ella, siempre te escucha.
Y soñó toda la noche que cientos de mariposas de colores volaban desde su habitación y se colaban en la de su amiga y rozaban con sus alas su mano y que los labios de su mamá se posaban en el dedo dolorido de Julia.
-"Gracias mamá" - Y Paloma se durmió con el roce de los besos de sus mariposas sobre sus ojos.
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