“A un hermano que se fue sin leer sus recuerdos”
Érase una vez un recuerdo muy lejano, un recuerdo de una historia o de un cuento en el que la mente se convierte en protagonista principal y es tan libre que sólo se puede controlar desde el interior.
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“Cuando tenía 6 años un señor de barba blanca, que visitó la casa de mis padres, me regaló una caja de madera de chopo, redondeada como los platillos volantes y barnizada en un color castaño mate. Era como una caja cualquiera con un pomo que sobresalía en la parte superior pero no tenía tapa alguna que yo pudiera abrir.
-Para que guardes en ella todos tus recuerdos- me dijo al entregármela
La caja daba vueltas de observación entre mis manos buscando no sé qué.
-¿Y cómo guardaré las cosas en ella? Si no tiene tapa – fue como una aclaración de mis dudas.
-No te preocupes, sólo con pensarlo tus recuerdos se irán almacenando en su interior, hasta que los necesites. Su funcionamiento es muy simple. Mira, si me das un fuerte abrazo ahora, puedes guardar en la caja el recuerdo de este abrazo.
Le di el abrazo y no dije nada. Con la caja entre las manos me senté en un banco fuera de la casa y recordando el cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones o el de la lámpara de Aladino la froté sin saber por qué. Utilicé las mangas de la camisa, los dedos de la mano, los pantalones… Nada sucedió. Sin embargo tenía la esperanza de encontrar en su interior el tesoro con el que siempre había soñado.
Ha pasado mucho tiempo, no sé cuánto. Debe de ser mucho porque ya no conozco a nadie. Cada día me encuentro en un lugar diferente y con personas diferentes. Dicen que me conocen desde hace muchos años, pero estoy seguro que mienten. Yo no los conozco de nada. Son personas extrañas que viven en mi momento presente. Me pregunto dónde han ido las personas que siempre han estado a mi lado, sus imágenes y sus recuerdos.
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He encontrado una caja redonda de chopo barnizada de castaño mate y, lo más extraño, carece de tapa. No se le ve cerradura alguna o resorte para abrirla. El hecho de tomarla entre mis manos temblorosas me transporta a lugares o momentos que sé que conozco o que he vivido pero que no acabo de situar. Siento que son parte de mí pero se me escapan al menor intento de razonamiento. Es como si esta caja la hubiera tenido antes en mis manos aunque ahora la noto más pesada.
Y así me quedo, mirando el objeto de mis cavilaciones y dudo si quedarme dentro de esos recuerdos del pasado para seguir viviendo en el futuro o vivir en el futuro libre de esos recuerdos del pasado”.
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Cuando lo descubrieron ya no le temblaban las manos. Las mantenía entrelazadas protegiendo una caja redonda de chopo, barnizada en color castaño mate. En la parte superior se había abierto una pequeña tapa y en su interior no se encontró nada, sólo un espacio vacío lleno de recuerdos futuros.
... un espacio vacío lleno de recuerdos futuros. |
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