......................al punto. No tiene punto de comparación.
Érase una vez un punto, grande o pequeño, el punto blanco de los calcetines o un punto de color cualquiera. Pero era sólo un punto. Había vivido de forma categórica e independiente, sin dar nunca el brazo a torcer y, cuando peor le pintaban las cosas, exclamaba de forma redonda invocando a Blas, el de las cigüeñas verás: "Díjolo Blas y punto redondo". Lo digo yo y punto. Discusión acabada.
Fue la época de una dictadura del punto. Era obligatorio, y hasta conveniente, andar con unos cuantos puntos en los bolsillos o en cualquier otra parte del cuerpo. Poseían un valor añadido -sobre todo los del alma-, como el IVA y los podías intercambiar en tus relaciones sociales. Con el paso del tiempo o te daban prestigio y carácter señorial o te hundían en la más punta de la miserias.
Hubo movimientos de "Contrapunto" que lucharon denodadamente contra él e intentaron hacerle la zancadilla muchas veces con la coma -medio punto- o el punto y coma; hasta se inventaron el bulo de que tenía un hermano gemelo con los dos puntos, o hijos no reconocidos con los puntos suspensivos, que no se entendían, que se odiaban, con la técnica de divide y vencerás. Inútil todo. Su poder se mantuvo intacto y daba igual que fuera punto y seguido que punto y aparte.
Tampoco lo mejoraron los movimientos "Propunto". Lo ensalzaron en estatuas como cabeza visible o como sostén en las admiraciones ¡! e interrogaciones ¿?. Cortinas de humo que se perdieron en verticalidad y en desequilibrio.
Sea como sea, su poder se ha expandido de punta a punta y ahora, para ser libre, te obliga, a punta de pistola, a llegar en punto al punto de encuentro y a buscar los puntos más importantes para ganar, al menos, por puntos.
Y cuando ya piensas que todo está a punto y se asoma tu libertad vuelve a ponerte los puntos sobre las íes o recurre, para que todo cobre sentido, a un punto negro seguido del punto final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario