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Nací como un cuento. Crecí como un diario y pienso irme como una historia.

viernes, 26 de agosto de 2011

HUEVOS Y GALLINAS

A los huevos,  fruto y soporte de las mejores tortillas


Érase una vez un huevo, una historia especial de un huevo que cambió todos los cuentos de los huevos.
No sé qué es lo que pudo pasar en el gallinero. La noticia recorría las cacaradas gallináceas y era analizada y comentada en todos los quiquiriquís de los gallineros. 
Había nacido un huevo redondo. Sí, un huevo redondo y no ovoide. La primera en mirarlo con perplejidad y desconfianza fue la desafortunada mamá. No se lo podía creer. La deshonra había anidado en su familia. ¿Qué iban a decir las vecinas con el pico que tenían? ¿Que había tenido relaciones incestuosas fuera del gallo del corral? ¿Sería un huevo adoptado en otros países? ¿Provendría de otros planetas de los huevos?
Lo cierto es que así empezó el calvario de este huevo redondo. El desprecio de sus hermanos de los huevos ovoides  desde el nido era inadmisible e insoportable. Poco a poco hasta se ganó la envidia y la burla de los huevos al disponer de otras características propias que nadie tenía. Rodaba  con gran maestría  en línea recta y llegaba primero en todos los concursos de los huevos. Recibía cientos de visitas de los huevos  y  fue el icono inspirador del balón del fútbol, del baloncesto y del tenis en todas sus variantes en detrimento del ovoide que lo era del fútbol americano, inestable en todas sus posiciones a pesar de haberlo ovalado.
Era tal la tensión que se creo en su familia, amigos y allegados de los huevos que se marchó de casa en secreto, sin decir adiós ni a su madre, supuesto padre y supuestos hermanos de los huevos.

Y todo por la definición del diccionario de los huevos, por la historia de los huevos, por los museos de los huevos, por las tortillas de los huevos,  por la tradición de los huevos y por la enseñanza de los huevos. En ninguno se había contemplado ni enseñado  la posibilidad de una pequeña diferencia entre los huevos y, no en tamaño, sino en la forma. Se ha promocionado la discriminación a puro huevo  en contra de la individualidad, promotora del progreso y del futuro de los huevos.
La conspiración de las gallinas acabó con esta peculiaridad e individualidad de este  único huevo conocido. Fue en silencio y con alevosía con una sola patada de los huevos. Y las putas gallinas se comieron la yema, la clara y la cáscara  y así lo continúan haciendo con todos los huevos redondos y transvertidos, fruto de otras relaciones incestuosas  que todavía quieren ocultar y que están patentes  en dichos y otros cuentos que quedan por contar.

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