Érase una niña pinta, repinta y colorada que nunca quería
dormir. Siempre estaba desvelada. Jugaba
de día y de noche y sus padres nunca
consiguían que se mantuviese en la cama un momento con los ojos cerrados,
pintados y colorados. Todo era un juego despierto para ella.
Cierto
día sus ojos abiertos se cansaron de su
tiranía y, aprovechando el pequeño descuido de un pestañeo, se escaparon para descansar unos momentos ciegos de sueño
y se escondieron debajo de la cama.
La niña
pinta, repinta y colorada gritó con desconsuelo e inició la búsqueda estéril de
sus ojos cerrados, cansados y colorados. Únicamente unos sollozos sin lágrimas
quedaron en su cara y la obligaron a quedar inmóvil en la cama y a dormir profundamente
y soñar con sus ojos abiertos, pintados y colorados.
Al
despertar, sus ojos habían regresado repuestos
a las cuencas y la niña pinta, repinta y colorada vivió otra vez el sueño despierto
del día y la tristeza de los ojos de sueño perdidos y dormidos en la noche.
A los que sueñan despiertos durante la noche
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