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Nací como un cuento. Crecí como un diario y pienso irme como una historia.

miércoles, 25 de enero de 2012

LA LECTURA DEL ANALFABETO

     El analfabeto tomó del revés el libro que le habían regalado, lo abrió por la primera página  y eso fue el principio de su locura continuada. Miles de veces había intentado aprender a leer pero, por altas o por bajas, por feas o por guapas,  siempre perdió las intenciones y las sustituyó por otras nuevas.

   -¡Cuántas historias me estaré perdiendo! - Decía o comentaba con los amigos. Esos buenos amigos que, de vez en cuando, dedicaban un poco de su tiempo a leerle una carta, un diario, un cuento famoso...
       En realidad, él, era consciente que la lectura  ampliaba el campo de la mente, que podía transportarlo  a otros mundos, a otras dimensiones que en la vida real  no tendrían cabida. Sería como válvula de escape para salir a un área de servicio en la autopista de la vida.

       En estos pensamientos estaba cuando todas las letras de su libro regalado y de la primera página se escurrieron lentamente y se esparcieron por el suelo como en un plato con una sopa de letras. Un puzle sin solución para él en aquellos momentos.

     Quedó paralizado viendo el desorden y la nítida blancura de la página del libro que tenía entre las manos.

       -" Yo no he hecho nada". "Esto es cosa de la estación de servicio en donde me he detenido" - se decía a sí mismo -. 
    El problema es que no tenía coche ni permiso de circulación. ¿Cómo era esto posible?

       Si no sirves para leer, para ampliar el campo de tu mente, deberás dedicarte a barrer la cultura que escriben los demás y que se vuelve a escapar a borbotones entre las manos. Una cultura de color rojo intenso que, su falta, te adelgaza o engorda con facilidad. Las venas se atiborran de varices  y pierden la alegría de la comunicación entre los vasos sanguíneos. 
      Te fuerzan a ser uno más del montón, lleno de achaques, de dimes y diretes, de “sálvames” y entierros, donde puedes despellejar a los demás, aunque estén muertos,  por lo que escuches o supongas, pero nunca lo podrás confirmar y asegurar porque tu cultura ha alcanzado ya, entre líneas,  su fecha de caducidad.

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