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Nací como un cuento. Crecí como un diario y pienso irme como una historia.

jueves, 24 de noviembre de 2011

ZOMBI


"A los que tienen la boca tan grande como el culo"

Todas las arterias de mi cuerpo se han llenado de trombos. Imposible que localicen una salida digna de vivir. La política me come el alma y la sangre y me deja a la intemperie de las noches de luna en un invierno que se presenta gélido, escalofriante, triste y sólo de Papa Noel. Los Reyes han dejado de existir y los regalos  son  únicamente cuentos  e historias para no dormir.
Hace unos días hemos estado en época de campaña electoral. Pancartas y más pancartas, mítines y más mítines, banderas y más banderas ondeando al viento de vencedores y vencidos.
Se han celebrado las elecciones y nos hemos quedado como desamparados, como si nos faltara algo más, como niños llorosos esperando el regalo posterior  al sufrimiento continuo de tantos días de sopor e indignación.
Y llegan las noticias posteriores. Los elegidos ya pueden cobrar el sueldo del mes sin haber tomado posesión de su puesto en el más alto escalafón de la corte de chupópteros. Hacen honor al  nombre.


En Cataluña nos anuncian los regalos de Papá Noel. Contentos y excitados esperamos la concreción del timo y del destino. Agitamos las manos, leemos papel y papeles, blasfemamos y pecamos de ignorantes domesticados. Y llegan las dádivas como recortes en el aire que respiramos, recortes en la vista, en el oído, en el gusto y en el tacto. Hasta recortes en el pelo por hemisferios para permitir que el cerebro se recupere de la calvicie, no se resfríe y no necesite de recetas electrónicas dosificadas  sino de aseguradoras privadas con modernos chips económicos digitales.
Permitidme que me  ría (cachondee) de la preocupación que manifiestan tener hacia nosotros ¡Qué ilusos somos! Cría cuervos y nos sacarán los ojos. Les hemos proporcionado y regalado un cheque en blanco que ya están cobrando en el banco antes de darnos sepultura. El político al bollo y el votante al hoyo.
Interpretan el trabajo a su manera. Para ello se intercambian cromos  para que tengamos la colección completa. “Este para ti, que sobra aquí, este para mí, que te sobra a ti”. Al resto nos permiten cantar parados pero bien afinados: “Tengo, tengo, tengo, tengo tres cargos de confianza que van a cobrar de mi cabaña, uno me quitará la leche, otro me robará la lana y el más pezqueño… ¡No existen los pezqueñines! ¡Es un cuento!

martes, 15 de noviembre de 2011

EL SER

Apenas respiraba. ¿Eran sollozos? Sus movimientos se habían reducido a una sola esperanza de poder  conseguir ayuda. Estaba exhausto, era pequeño, minúsculo,  no sabía hablar, era un proyecto nada más. Y la esperanza llegó en forma de hormigas hacendosas y altruistas.

La primera le proporcionó una pequeña brizna de una hoja de sauce y el Ser  pudo protegerse de la intemperie que le calaba los huesos.
La segunda llegaba con  la mitad de un grano de trigo. Su ofrenda fue aceptada inmediatamente y así, el Ser, se alimentó y pudo empezar a mover sus extremidades y a fabricar el calor interno de su cuerpo de semilla.
La tercera, una simple gota de agua de rocío. Una transparente joya, producto de la naturaleza de la mañana y  el Ser calmó su sed.
Ahora tocaba esperar, pensaban las hormigas. Tendremos un aliado.
Y el Ser creció lentamente para él pero rápidamente para las hormigas que habitaban a su alrededor. Y se fue haciendo grande, enorme para el paisaje donde se encontraba. Las fuerzas regresaron a su cuerpo, se desperezó, se irguió y sus pasos fueron enormes y contundentes. Lejos, en altura, del mundo que lo había ayudado empezó a caminar  y sus pisadas sembraron el desconcierto primero y la desolación posterior.  Miles  y miles de hormigas, hacendosas y altruistas, perecieron bajos sus pies. Cuerpos estrujados que le hacían de mullido colchón.  Sus gritos y quejas, impropios de seres inferiores, jamás pudieron alcanzar en ninguna longitud de onda  el pabellón de la oreja del Ser.
Y se entregaron a ese Ser, sin conocerlo, sin saber que su futuro depende, ahora, de una brizna de hoja de sauce, de la mitad de un grano de trigo y de cualquier gota de rocío transparente.

A los  que viven en las alturas, después de ser proyectos. Para que miren el polvo del suelo.