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Nací como un cuento. Crecí como un diario y pienso irme como una historia.

viernes, 21 de diciembre de 2012

FELIZ FIN DEL MUNDO 2012. BIENVENIDO 2013

Me había propuesto viajar de planeta en planeta, de estrella en estrella, de lucero en lucero,
y viajé de cuento en cuento y todavía me mantengo dentro de la misma narración.
Pasamos con  los días, los meses , los años y seguimos viajando en el tiempo, ya sea de Mayas o de Gatos, Lo consumimos insaciablemente y buscamos más y más.
Yo seguiré viajando en el mismo cuento hasta el infinito. Dejaré el mundo 2012 y me sumiré en el mundo 2013 y espero contar este encuentro  en otro cuento que tenga principio y no tenga final.
Para todos los que hacen de su vida un cuento, una historia,  mis mejores deseos en esta NAVIDAD

martes, 30 de octubre de 2012

UNA VEZ MÁS



 “¡Déjame! ¡Déjame en paz! No puedo seguir así…”
 Sus miradas al espejo  lo hundían en las tinieblas de su reflejo…
 “Estoy perdido”
 Lloraba y no sentía desahogo ninguno. Los puños contra el borde del lavabo, la cabeza inclinada, vencida, ida,… 
Y allí estaba su madre, su apoyo, su única esperanza, abrazada a su cintura y susurrando palabras de tranquilidad, de sosiego.
“Debes aguantar, hijo. Sólo serán  dos o tres crisis, cada vez más cortas y luego vendrá el dominio y el control de tu vida. Insiste, hijo, insiste. No desfallezcas. Sabes que estoy y estaré a tu lado para siempre.”
Las lágrimas se secaron y no hubo avances. Todo  era un retroceso infinito. Necesitaba un estímulo externo, -como siempre- y estaba dispuesto a conseguirlo por encima de todo.
“¡Perdóname otra vez ma…! ¡Sólo lo haré una vez más! Lo juro. Es lo que necesito. Me corroe por dentro, no me deja respirar.."
Cerró el corazón y abrió ilusiones demasiado profundas.
“Además, por otra vez, no puede pasar nada. Me aliviará. Ya lo verás. Estaré mejor y con la cabeza despejada podré decidir con sentido mi futuro…”
Se giró pero no pudo despegarse del abrazo de su madre. Y en un arranque ya de cólera…
“¡Suéltame! Sólo una vez más, sólo una vez más, sólo una vez más…”
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Salió de su casa danto tumbos, sin rumbo, pero con un objetivo bien premeditado y mal planificado. Intentó perderse en las calles de la ciudad. Caras borrosas e inexpresivas se cruzaban con él. Se apartaban con brusquedad y, de nuevo, sentió odio. Después repetía y repetía..
“Sólo una vez más, sólo una vez más, sólo una vez más…”
Allí, en la esquina, adosó su espalda  a la pared abandonada. Temblaba. Todo su cuerpo temblaba. Extrajo de su bolsillo el estilete que tantas veces había utilizado para sus “conquistas”. Lo empuño con fuerza y se dispuso a obtener lo que más ansiaba en aquellos momentos. Esperó hasta sentir unos pasos cercanos de cualquiera. ¡Qué importaba! Algo tendrá para él, para esta última vez.
“Sólo una vez más, sólo una vez más, sólo una vez más…”
Allí estaba su presa. Presionó más el estilete. Dobló la esquina y…
“Quiero todo el dinero que llevas encima, el reloj, las joyas. ¡Las necesito!”
Y así, como por inercia, la hoja del estilete se hundió en la incertidumbre  de lo desconocido. Se fue inclinando con la sombra ensartada hacia el suelo exigiendo su recompensa.
“¡Lo quiero todo, todo!”
Y siguió apretando con saña hacia lo infinito
¡Entrégamelo todo, todo!
“Aquí tienes todo lo que queda”
En  sus sueños sintió cómo aquella sombra, que se desvanecía en sus recuerdos,  lo  estrechaba entre sus brazos mostrando la mano con  su recompensa
“¡Tómalos, hijo, tómalos! ¡Sólo una vez más…!

A nadie 




martes, 5 de junio de 2012

OJOS DE SUEÑO


              Érase una niña pinta, repinta y colorada que nunca quería dormir. Siempre estaba  desvelada. Jugaba de día y de noche  y sus padres nunca consiguían que se mantuviese en la cama un momento con los ojos cerrados, pintados y colorados. Todo  era  un juego despierto para ella.
          Cierto  día sus ojos  abiertos  se  cansaron de su tiranía y, aprovechando el pequeño descuido de un pestañeo, se escaparon  para descansar unos momentos ciegos de sueño y se escondieron debajo de la cama. 
La niña pinta, repinta y colorada gritó con desconsuelo e inició la búsqueda estéril de sus ojos cerrados, cansados y colorados. Únicamente unos sollozos sin lágrimas quedaron en su cara y la obligaron a quedar inmóvil en la cama y a dormir profundamente y soñar con sus ojos abiertos, pintados y colorados.
              Al despertar,  sus ojos habían regresado repuestos a las cuencas y la niña pinta, repinta y colorada vivió otra vez el sueño despierto del día y la tristeza de los ojos de sueño perdidos y dormidos en la noche. 


 A los que sueñan despiertos durante la noche

viernes, 1 de junio de 2012

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO


              Encontrar aquella gallina supuso la salvación del pueblo y su prosperidad.
              Ninguno de sus habitantes había visto un animal de aquellas características. Tenía alas y no volaba, cacareaba y no se le entendía, ponía huevos, como todas, pero no se podían comer. ¡Eran de ORO! Y ¿para qué queremos nosotros unos huevos de oro? Hasta que descubrieron los mercados financieros. Fue entonces cuando la vida tranquila y apacible de la villa  se hizo añicos.
               En la asamblea de ancianos se discutió la forma de utilización de los huevos de oro. Se supuso que la gallina seguiría poniendo los dos huevos cada día a lo largo del año y se encargó al maestro del pueblo los cálculos aproximados de las ganancias. El pueblo sería el encargado de alimentarla y el propio alcalde el encargado de recoger las preciadas perlas doradas y almacenarlas.
               Entre las primeras decisiones que se tomaron por unanimidad, a petición del alcalde, fue  repartir un huevo a cada una de las familias del pueblo, tres para el alcalde y dos más para el resto del consejo de ancianos, el cura y el maestro economista.
               En pocos meses el peso de los huevos alcanzó valores insospechados y surgieron los primeros proyectos del alcalde y sus allegados. Contrataron mejores gestores  y con ellos, no sólo se gastaron lo almacenado sino los huevos de los dos próximos años. Podríamos decir que se quedaron en pelotas.               
               A pesar de esto estaban eufóricos y se les veía en todos los rincones del pueblo y en círculos externos haciendo planes y más planes de futuro sin darse cuenta de la presencia de la zorra que contemplaba la gallina desde los olivos que circundaban la iglesia.
               Pero el mal no vendría de fuera, era intrínseco a la propia naturaleza gallinácea. A los nueve meses la gallina dejó de poner huevos y la preocupación se adueñó de todo el pueblo, sobre todo del alcalde. Consultaron con los mejores veterinarios, sin revelar los motivos exactos de su preocupación, y fueron tachados de ignorantes. Todas las gallinas presentan períodos de descanso en su puesta. Pero, ¿cuánto tiempo se iba a alargar el descanso?
               En las reuniones celebradas en el ayuntamiento a puerta cerrada elevaron el tono de las discusiones. En todo momento el que llevaba la voz cantante era el alcalde y, según él, todo se había ido al traste por la puta de la gallina.
              Después de un mes y medio regresaron las puestas de huevos, pero la sorpresa fue mayúscula. ¡No eran de oro! La gallina ponía  cuatro huevos diarios- “caso extraordinario”- y el alcalde los rompía inmediatamente buscando el oro deseado.
               Y pasó el tiempo y el hambre y la depresión se instaló en el pueblo y en sus habitantes. La gallina seguía con sus puestas de cuatro huevos y el alcalde, rompiéndolos uno tras otro en busca de la mina perdida.
               Cuentan que una mañana la gallina desapareció y sólo encontraron, bajo los olivos detrás de la iglesia, sus plumas mezcladas con seis pequeños e incompletos huevos de oro.

A las gallinas incomprendidas

jueves, 17 de mayo de 2012

DECISIONES IMPORTANTES


        Érase una vez un chico de catorce años que no quería atarse los cordones de sus zapatillas deportivas. Le resultaba verdaderamente molesto tener que flexionar su cuerpo o sus rodillas cada vez que se calzaba o descalzada. Le parecía ingrato hacer una lazada en las bambas que nunca había aprendido a hacer. Siempre quedaban descompensados los lazos y siempre terminaban deshaciéndose.
        Tan hastiado quedó de sus ataduras que su cordones parecían una sombra alargada y móvil  cuando se  movía por la ciudad. Iban tomando un  color inconcreto, a veces se rizaban y, otras,  arrastraban objetos que se beneficiaban del transporte gratuito sin llegar a ser como los cordones con latas atados en los coches de los recién casados.
        Disgustos y sustos a montones y a diario. Si no se los pisaba él mismo se los pisaban los transeúntes que lo seguían.  El resultado era el tropezón o el traspiés con caída libre o con sujeción manual.
         Uno de los peores momentos fue al salir del tren de cercanías. Sus cordones se engancharon a las puertas correderas y  fue arrastrado unos metros hasta el que el tren se detuvo, abrió sus puertas y permitió que cayera de espaldas soportando las risas de algunos viajeros compasivos. Pero no fue suficiente para hacerle cambiar de idea.
        Salió de la estación, se quitó las zapatillas deportivas y asiéndolas por los cordones las hizo girar tres o cuatro veces con fuerza hasta lanzarlas a lo infinito.
        Y allí quedaron colgadas en los cables del teléfono meciéndose y girando eternamente.
        -Si tanto te molestaban los cordones podías habérselos quitado.
        -Tienes razón. Pero nunca hubiera podido colgarlas- sentenció mirándolas  otra vez y con desprecio.
        Y se marchó descalzo cuidando de no pisar la sombra de los cordones de los transeúntes que le precedían.
 
A los que compran bambas sin cordones


domingo, 25 de marzo de 2012

JUGUETES EN LA CARRETERA

Para los juguetes que lloran en silencio


 Érase una vez Tono...         

Se encontró solo e inmóvil. Inmóvil en sus fundamentos, en sus patas, pero no en su cuerpo que temblaba rítmicamente al compás del frío y de la lluvia que lo empapaba y lo empequeñecía.
                                 ....................................

-“Quiero ese perrito pequeño, papá.”- suplicó Denis
-“No tenemos tiempo para cuidarlo”
-“Jugará en el jardín todos los días. Carlos tiene dos. ¡Y dos gatos también!” –justificó Denis-. Además mamá me lo ha prometido para mi cumpleaños.”
-“Ya tuviste un gato y se perdió”.-le reprochó el padre
-“Un perro es más grande y no se perderá”- dijo negándolo rápidamente.
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A su alrededor la bruma, que desprendía el suelo, transformaba el ruido en sombras, luminosas y paralelas, que silbaban y se perdían a gran velocidad.


Caminó en el mismo sentido del futuro.  Algunas sombras lo quisieron arrastrar en su huida y lo zarandearon. Hicieron que su corazón latiera con fuerza y desbocadamente.                                    

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-“¿Dónde está Tono?. Papá tienes que volver a la gasolinera. ¡Se va a perder!” – se inquietó Denis.
-“No te preocupes. Cuando regresemos de vacaciones pararemos para recogerlo.
-”Se morirá de hambre”.
-“En las áreas de servicio encontrará otros perritos y todos los que paran les dan algo de comer. Estará bien, te lo aseguro.”
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Quiso irse de allí a toda costa; anheló que alguna de esas sombras, más lentas, se apiadara de él y lo orientara hacia la salida.


En un momento de silencio espeso, encogido de miedo, se aventuró hacia el centro buscando las señales blancas marcadas en el asfalto y otras  huellas infinitas que se borraban con rapidez por la acción de la lluvia.

Y allí se encontró con la sombra que buscaba. Una sombra intensa, de ojos amarillentos, que iluminaban diagonalmente las gotas de lluvia que caían en la calzada. Venía por él. Estaba seguro. Era Denis. Ahora saldría del laberinto. Movió el rabo de felicidad, arqueó sus ojos y se levantó sobre sus patas traseras, sacando la lengua, como cuando esperaba el “hueso de juegos” que suponía una salida al parque a retozar y revolcarse.
                                  ...................................
-“Vamos Tono. Hoy jugaremos en la playa. Te he comprado un balón nuevo.”
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Y la sombra lo abrazó y se lo llevó al infinito en busca de otros juegos.




 

jueves, 15 de marzo de 2012

SIN CEREBRO

        A los que no se resignan
   Quiero gritar y, ahora, en estos momentos, no puedo hacerlo. Me he ido degradando de tal forma que he perdido casi todas las facultades propias de un ser humano.
   Hace un tiempo,-no puedo determinar cuánto-, perdí una de las extremidades inferiores, la pierna derecha entera. Eso supuso un cambio profundo en todas mis actividades. Dejé de caminar como los humanos y tuve que imitar a los gorriones. A saltos la vida transcurre más de prisa y las pausas se convierten en más duraderas. El seguro no me cubre nada de esta pérdida. Adujeron que había sido un descuido personal. Las ayudas son para los accidentes, las enfermedades, etc. Las llamadas a la colaboración internacional y al espíritu restitutorio de lo robado o encontrado dejaron patente la desidia de los demás y la falta de sensibilidad humana. ¿Qué utilidad le pueden dar a una simple pierna derecha?

   En esta lucha me encontraba cuando el brazo izquierdo empezó a presentar mutaciones físicas que me preocuparon todavía más. El brazo aumentó su volumen respecto al antebrazo y la mano. Después se redujo de tal forma que sólo quedó un pequeño muñón en la parte externa del hombro. Dejé de tener mano izquierda. Perdí los cortes de manga, tan necesarios hoy en día, y tuve que contentarme con la peineta del corazón derecho.

   Hace poco he notado que me falta parte de la cabeza. Es una sensación muy extraña y agradable. He dejado de tener remordimientos, indignación, odio, esperanza, ilusión o desesperación. Mi cerebro ya no procesa la información de los sentidos y me está convirtiendo en un autómata insensible a cualquier cambio que se produzca a mi alrededor.

   Ahora ya no quiero gritar ni tengo necesidad de hacerlo. Me miro en el espejo y no echo a faltar nada de mi cuerpo. Lo veo totalmente perfecto y, dentro de lo poco que puedo pensar, me pregunto: ¿qué sería una pierna, un brazo, la cabeza? ¿qué función representaban en mi cuerpo anteriormente? Sencillamente, sobraban. No eran imprescindibles para mi felicidad.

   Y me quedé sin cerebro…

   ¡Bip-bip-bip-bip-b……Tuuuuuuuuuuuuuuuuuuu…!

sábado, 3 de marzo de 2012

EL TREN

            A los que se han ido para que puedan volver


           A las cinco de la tarde siempre estoy en el puente de la estación. Una costumbre  que he adquirido a lo largo de  setenta y cinco años y que se ha convertido casi en una enfermedad sin tratamiento.  Muchas veces no llego a permanecer sobre el puente más de tres o cuatro minutos. Vuelvo sobre mis pasos sin saber cuál era el objetivo de la visita pero noto que ese día me ha faltado algo y no sé identificarlo.
          Los trenes me han atrapado en todos los sentidos. En su homogeneidad, en su rectitud pero no en su destino. Han sido llamados a cumplir un cometido importante y lo llevan a cabo sin discusiones, sin paradas innecesarias, sin mirar atrás. Son como los latidos del corazón que dejará de latir sólo cuando la chispa de la vida deje de inyectar electricidad en su generador.
          Desde que mi padre, me llevó por primera vez con cinco años a ver el tren a este puente elevado nunca he faltado a la cita. Aquella imagen lejana de una chimenea que embadurnaba todo de tinieblas a su paso, aquel ruido acompasado que desaparecía cuando el tren pasaba bajo el puente y volvía después diciendo adiós a medida que se alejaba, permitieron a mi imaginación viajar por todos los rincones desconocidos de la tierra.
          Jamás he subido a un tren. Me dan miedo. No quiero que me traguen en su huida y no pueda regresar. No quiero ser un autómata que se deja llevar por una máquina que en su camino carece de alternativas o desvíos.
          Y sin embargo no puedo prescindir de verlos venir, pasar y desaparecer.
          -¿De dónde vienen los trenes, papá?
          - De una estación.
          -¿Y qué hay en la estación?
          -Mucha gente que quiere viajar.
          -Y ¿por qué?
          - (no hubo respuesta)
          -¿Dónde los lleva el tren?
          -A otros lugares donde hay otras casas y otras personas.
          -Y después ¿regresan a casa?
          -Algunos si y otros no.
          -¿Se los come el tren?
          -Los trenes no comen a las personas.
          -(no hubo preguntas)
          -¿Tú también marcharás en el tren, papá?
          Seis años después mi papá fue tragado por el tren. Se lo llevó a otras ciudades, para estar no sé con quién. Cuando lo vi subido en el vagón, de pie, sujetando una puerta sin cerrar, supe que nunca más lo volvería a ver. El tren se tragó a mi padre y se perdió en su rectitud, poco a poco, acompasadamente, sin pausa, hasta desaparecer.
          Por inercia he vuelto al puente todos los días y a la misma hora. Sigo esperando que el tren me devuelva a mi padre. Y, ahora que circulan a gran velocidad y han limpiado su respiración,  puede ser que cumplan lo prometido.