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Nací como un cuento. Crecí como un diario y pienso irme como una historia.

sábado, 25 de febrero de 2012

ME ESTOY VOLVIENDO LOCO

 
     No he podido resistir la tentación de desahogarme poniendo por escrito el dolor y la indignación silenciosa que llevo dentro y que carcome todas mis entrañas.
     Quizá porque creo que no es cierto (el beneficio de la duda) y cualquiera que lea mis intimidades se apiadará de mí y me demostrará que todo son invenciones de los diarios, de las TVs, de la radio y de imaginación. Quizá porque es algo extra-orbital, extra-cerebral, propio de otros mundos sobrehumanos, dominadores de los designios de este pobre pueblo que pasta sin dueño y sin destino.
     No. No puede ser cierto que una directora de un banco se haya designado una paga vitalicia de 360 mil euros anuales, equivalente a 30 mil mensuales. Sencillamente debe ser un cuento de hadas. Algún descerebrado que quiere mancillar la reputación de esta pobre y noble señora, que ha ganado ese reino de Barataria con el sudor de su frente y la tinta de su estilográfica.
     ¡Qué son tres-cien-tos-se-sen-ta-mil-eu-ros! Unas cañas y una noche de juerga.
     Viéndola sentada en el banquillo de los acusados, con cara de apenada y de mosquita muerta, siento la mayor tristeza de este mundo al constatar que nunca entenderemos las necesidades básicas de los seres humanos. Recuerdo aquel personaje, ET, que  suspiraba por “MI CAJA. ME LA ROBARON…”una simple casa: o a  SMIGOL enloqueciendo por  “MI TESORO”, un simple anillo.
     Al igual que ellos, esta insigne directora debería ser tratada de su adicción al trabajo. Es una enferma del síndrome de la dedicación vitalicia del servicio y dinero público. Y antes que se vuelva loca, loca,  que le asignen un servicio psicológico especializado para que supere la incomprensión y la intransigencia de los millones de parados que viven con menos de cuatrocientos euros al mes.
     Y yo me vuelvo loco, loco, loco.

     "A nadie, porque nadie se merece esto"


viernes, 24 de febrero de 2012

METAMORFOSIS

             A los que transforman la sociedad sin perder su libertad
      La vida de Proteo ha sido un continuo cambio, una inusitada transformación que lo ha llevado a representar los más variopintos papeles. Una existencia excitante con  continuas modificaciones y siempre con un objetivo muy claro: asegurar su futuro en la máxima libertad.
      Perteneció a múltiples asociaciones. Estuvo abonado en equipos de fútbol, en tribuna. Se relacionó con la flor y nata de la sociedad del puro y las pipas hasta que  un exaltado le propinó un cabezazo en la nariz  por discrepar por un penalti señalado. Cambió de estrategia  y…
      Se alistó en la legión extranjera de Francia. Era fuerte y pensó que soportaría sin ningún problema las exigentes pruebas a las que sería sometido. Cierto. Todo  fue superado menos la pérdida y sustitución de su nombre propio por una secuencia numérica
      Podríamos continuar con ONGs, partidos políticos de diferentes tendencias, sindicatos, asociaciones numerarias, etc. Ninguna satisfizo aquella necesidad perentoria de ser algo nuevo, algo superior, algo que lo colocara en ventaja sobre el resto de los mortales.  Y cansado de no alcanzar el objetivo…
      Se convirtió en pájaro. Comenzó por integrarse en una bandada de gorriones y pardales. Una experiencia nueva que le obligó a dormir en libertad, al sereno,  en la rama de una acacia japónica. Pasó frío, mucho frío. Era incapaz de esconder la cabeza debajo del ala. Y los resfriados hicieron mella en su salud. La gripe lo mantuvo en una tiritera continua y gracias a los cuidados de unos pocos gorriones que le proporcionaron el pan en  forma de granos, salvó su vida.
      Las palomas de la ciudad lo acogieron, primero con desconfianza, después, indiferencia absoluta. Se sumó a la manifestación de los loros escapados del zoo. Fue una relación más fluida al tener  la posibilidad de hablar con ellos en su idioma. Lo invitaron a su hogar colgado de las palmeras más frondosas y  acabó odiándolas. Sus pies, sin la destreza de sus congéneres, soportaron dolorosos pinchazos hasta que ya no pudo más y volvió a su libertad y …
      Emigró en busca de águilas reales, la libertad de las altas cumbres y, allí…
      Se alistó en las bandadas de grullas y cigüeñas que surcaban los cielos en busca de lugares más cálidos. Y el calor lo transformó…
      Regresó a las ciudades y quiso probar suerte con los jilgueros. Qué portento de garganta. Sus trinos lo transportaron a través de la música e hicieron que  poco a poco se convirtiera en  su protector. Conciertos  a las tardes,  recepciones  multitudinarias, y, cuando el sol, al atardecer, quemaba su intensidad, llenaban el campo de melodías que invitaban a la solitud y a la  despreocupación..
      Y así cayó en la trampa. Una liga pegajosa enganchó sus pies desnudos entre las copas de los cardos del camino y se convirtió en prisionero. Tanta libertad que había disfrutado y todo para quedar atrapado entre los  barrotes de una pequeña jaula expuesta en un balcón. Intentó comunicar con el humano, explicarle que él no era como los pájaros, que era también un humano libre. Inútil toda tentativa. La única esperanza, un descuido, una portezuela abierta a libertad, pero no llegó.
      Pasó el tiempo y la prisión se convirtió en casa. Su adaptación fue cada vez más perfecta. Sus patas se estilizaron  y podía asirse perfectamente a los palos transversales. Su cuerpo se había cubierto de plumas de colores llamativos  y el pico, al igual que una flauta mágica, elaboraba los primeros trinos de la primavera.
      Y las palabras se olvidaron y la libertad se convirtió en su sueño.

sábado, 4 de febrero de 2012

MOSCAS

A un panal de … dos mil moscas acudieron… (F.M. de Samaniego)

Hace mucho tiempo las moscas vivían llenas de comodidades en un palacio perdido entre los bosques  de árboles de azúcar, de cacao y de panales de miel.
Eran felices y a ninguna se le antojaba, ni se planteaba, abandonar su paraíso particular para buscar otros mundos desconocidos llenos de sabe Dios qué. Su devenir se alargaba como la vida de los humanos, de los árboles y los pájaros. Podríamos decir que disfrutaban, como dueñas y señoras,  de una vida plena y maravillosa.
Nunca habían pasado hambre. Jamás habían sido perseguidas ni odiadas. No tenían necesidad de buscar comida en platos ajenos y si, por casualidad, alguna vez caían en la comida de algún invitado, no era considerado, el accidente,  motivo para cambiar el plato o montar una escena ante cualquier camarero.
Pero la felicidad es esquiva para los envidiosos, para los desconfiados, para los avariciosos. Y esto les pasó a las moscas.
Cierto día llegó, de un país lejano, un mosquito esbelto y atrevido como ninguno. Se movía con gallardía y emitía, en vuelo, sonidos y melodías  tan agradables que enamoraron a todas las mosquitas jóvenes del palacio.
Sus historias  congregaron a cientos de oyentes, maravillados ante tamañas hazañas y cuentos, y despertaron el apetito explorador de aquella juventud ociosa, dispuesta a descubrir nuevas experiencias y nuevos estilos de vida.
Así se enteraron de la existencia de otros mundos llenos de abundante mierda con olor exquisito y con la máxima connotación de sabor para el paladar. Montones de comida con excelente buqué que esperaba satisfacer las más altas exigencias.
Y cayeron en la trampa. Muchas mosquitas emigraron en busca de estos placeres y sensaciones. Se instalaron  en el olor y la repugnancia de la mierda que, poco a poco, las atrapó y se constituyó en su morada definitiva.
Perdieron el sentido de la orientación, se olvidaron de sus orígnes  y todos los privilegios se redujeron a uno solo: hincharse a comer mierda exquisita durante 25 días en el verano para luego desaparecer. Esa fue su aventura y su existencia.
Cuando otras mosquitas llegaron con las expectativas puestas en el cuento del nuevo mundo nunca encontraron a nadie que las instruyera para que su destino fuera diferente de sus predecesoras. Y la historia se repitió año tras año.
Y los mosquitos continúan chupando la sangre y  cantando historias. A veces, en las noches veraniegas, nos susurran al oído, jugándose la vida, esos cuentos que nadie cree.

que por golosas murieron…