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Nací como un cuento. Crecí como un diario y pienso irme como una historia.

viernes, 22 de abril de 2011

HECHOS


          Siempre la veía con su madre en el parque. Parecía una niña tranquila, desapercibida, casi insignificante, Se movía despacio, observando el entorno, y miraba desde la distancia los columpios, los toboganes, los balancines, pero no se acercaba. Llevaba entre sus brazos una pelota de playa de colores con dibujos de animales. La sujetaba con fuerza contra su cuerpo pero no la botaba; no sé si por miedo a perderla  o por malas experiencias vividas en sus pocos meses de vida. 
            Tendría unos dos años  y ya caminaba con soltura y seguridad. Algunas veces, se ponía de cuclillas y dejaba la pelota en el suelo, como si le diera la libertad condicionada. Sólo eran pruebas de pertenencia. Cualquier acercamiento o intento de otros niños  hacia su pelota conseguía que sus manos actuaran como un resorte  y que la pelota volviera a su regazo mientras se levantaba inmediatemente y dejaba oir  unas palabras  inconfundibles." Es mía". Miraba a todos y volvía a repetirlo con un poco más de ímpetu y seguridad: "ES MIA".
            Aquella tarde fue diferente. La pelota continuaba en su sito, entre sus brazos. Una niña se acercó hacia ella y , sin mediar palabra, la golpeó en los brazos y le arrebató su preciado bien. El contrataque fue más rápido que la agresión. La tranquilidad se convirtió en un derecho propio y la insignificancia en importancia. El empujón fue más que premeditado. La ladrona cayó de espaldas y, por instinto de protección, soltó lo "robado" y empezó a llorar. La propietaria recogió su pelota y  escuchado los lloros y mirando  a la que había empujado pronunció dos palabras como hecho consumado. "¡ES MIA! " y la victoria se reflejó en sus ojos.


TOMÁS
Segunda parte "La victoria se reflejó en sus ojos"

             Un día, Tomás, descubrió que los barrotes laterales de su celda podían, sencillamente, eliminarse. Mantuvo la vigilancia y, con el tiempo, encontró el momento propicio para  intentarlo.
             Algo lo despertó de noche y en el momento de llamar por su mamá, cerró la boca y contuvo su respiración. Por un momento, nada. De repente un estruendo sacudió sus sentidos auditivos. Era papá. Sus sonoros resoplidos eran inconfundibles. Después se volvieron acompasados e insoportables. Se movió despacio hacia el lateral y sus inquietos dedos recorrieron aquella pequeña palanca  que su madre giraba cuando lo acostaba. Varias veces lo intentó y siempre quedó rendido. Esta vez, la suerte estuvo de su parte. La pequeña pulsera que su abuela le había regalado quedó enganchada en la palanca y,  al tirar y tirar desesperadamente, ... ¡abracadabra!. el lateral de la cuna se desplomó verticalmente con un ruido seco al tocar fondo.
             Tomás quedó mudo y los ronquidos de su padre desaparecieron por un momento. Para él el tiempo se detuvo y lo inmovilizó hasta que sus padres volvieron a impulsar con rotundidad el aire que  respiraban.
            Al girarse de nuevo, la puerta de la libertad se abría  en toda su extensión. Lentamente sus pies tocaron suelo, después sus  rodillas y sus manos. Volvió la vista hacia la cama y lo único que llegó a ver  fue un  brazo entero de su madre descolgado e inmóvil  por el lateral de la cama. De su progenitor, ni rastro, sólo los ronquidos.

            "Por fin, libre por primera vez. Recorrí toda la habitación a gatas.  Apenas caminaba sobre mis dos pies. ¡Qué difícil ser bípedo!. Me apoyaba en las paredes y en las puertas para mantenerme derecho como los adultos. Quería llegar a todas partes y tenía prisa, mucha prisa, pero el aprendizaje era lento, demasiado lento.
    Salí de la habitación  gateando. Era más seguro y menos doloroso. Recorrí el largo pasillo sin obstáculos hasta el comedor . Todavía quedaban  varios juguetes en el suelo sin guardar. Intenté poner la Tele, pero el mando  no  respondía a pesar de que una lucecita roja y tenue indicaba que estaba preparada. Visité la cocina  con la única luz que se filtraba por la ventana.  Sentado cerca de la lavadora, quedé pensativo y sin saber qué hacer.  Ahora el sueño me hacía tambalear. Tardé una eternidad en regresar a la habitación, intenté subir a la cuna. Imposible. Y allí me quedé tumbado en la alfombra, acurrucado y vencido por un sueño profundo que ni los ruidos oníricos pudieron retrasarlo.
     Cuando desperté estaba en brazos de mi madre que hablaba a gritos.No pasa nada mamá,-intentaba decirle- pero no me escuchaba. Se encaró con  mi padre  argumentando que me podía haber pasado algo grave y que era necesario ajustar bien los laterales de la cuna.
     Dos días después volví a las andadas. Esta vez caí desde una altura considerable en el intento. Mi frente  besó el suelo protegido por la alfombra que no impidió la salida de  un chichón doloroso. Quise llorar, pero ¿para qué? Esta véz fui directamente  al baño. Me enderecé junto al bidet. Mis manos acariciaron el grifo con fuerza  y se abrió. El agua me salpicó toda la  cara y, del susto, quedé sentado. No sabía si reir o llorar.  Al momento había agua por todas partes.  Salí del baño empapado  y volví donde estaban mis padres. ¿Eh? ¡que esto se está inundando! Ni caso. Ya lo decía yo, pasaban de mí.
    En unos minutos llegué el salón. Esta vez la tele funcionó al primer apretón que le di al mando. Nada intersante. Rayas horizontales de colores que al mirarlas empezaban a marearme.  Me incorporé al sofá como pude y allí amanecí cuando el vecino de abajo tocaba el timbre insistentemente. La inundación había llegado al piso inferior. ¿Dios mío,dónde está Tomás? -gritó asustada mi madre-  Carreras y chapoteo en el agua hasta la puerta.  
    Las discusiones continuaron un dia tras otro hasta que se tomó ¡POR FIN! la decisión de ponerme una habitación para mí solo.  Estará más seguro en la cama ,-explicaba mi padre- .La cuna es un peligro y ...
    Una semana tardaron en retirar los muebles de una pequeña habitación, pintarla con colores azules y colocar una cama grande, sin rejas, a mi altura  y con espacio suficiente para estirarme  a lo largo o a lo ancho.La primera noche que me acostaron en "mi cama" apenas pude pegar ojo. Desperté infinitas veces, desubicado. Cuando mis padres se asomaron a la puerta a la mañana siguiente, se sorprendieron al verme despierto y sonriente. Me sentía otro, una persona importante. Ahora tenía lo que había buscado tan insistentemente. Era libre y en mis ojos se reflejaba la victoria."
    

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