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Nací como un cuento. Crecí como un diario y pienso irme como una historia.

sábado, 30 de julio de 2011

TRABAJAR ES UN CUENTO

A toda la historia perdida en muchos rincones del Planeta, transformada ahora en simples cuentos.

Érase una vez un pueblo de montaña, de la zona del Bierzo, en León, con la mayoria de las casas abandonadas y muchas de ellas sin tejado, desnudas las paredes y faltas de vida. Uno de esos pueblos que la industrialización con su emigración  los condendó a la indiferencia  prematura de su historia.
Calles preciosas llenas de flores silvestres que ahora hasta impedían el paso en algunos de los rincones antes tan transitados. Lo más cuidado era la iglesia con su torre cincelada en piedra que le daba una especie de vacuna contra el olvido.
Jesús, el único habitante fijo del pueblo, con sus 58 años , todavía tocaba la única campana para comunicar a todo el valle, que se extendía a sus pies, su presencia, su necesidad de compañia y sus gritos contra la soledad.
Un domingo del mes de Junio, apareció en el pueblo un hombre bien parecido que decía llamarse Fernando. Llevaba 3 días caminando sin rumbo fijo. Había salido en manifestación hacia la capital y se despistó a medio camino cuando tomaba una cerveza para hacer un alto en el trayecto.  Jesús lo recibió con los brazos abiertos y empezaba a creer que sus llamadas habían tenido la respuesta adecuada.
Pero no fue así. Fernando – le contó- era un parado y venía a reclamar un puesto de trabajo. Por la tarde se encaramó a la torre de la iglesia y de pie, en lo más alto, tomando como mástil la cruz que coronaba el campanario empezó a gritar a los cuatro vientos:
-¡Quiero un puesto de trabajoooooo! – y hacía bocina arqueando los dedos de su mano izquierda.
-¿Qué haces ahí arriba? Anda, baja que te vas a caer y me vas a dar trabajo en lugar de compañía- Le decía Jesús desde la base de la torre, protegiéndose del sol con las manos.
-La constitución me asiste y ¡quiero un puesto de trabajooooo!- acabó voceando.
-Eso. Sí hombre, sí. Has venido al lugar adecuado. Aquí lo que sobran son  empresarios. Tú grita que alguno aparecerá tarde o temprano..- Y se sentó en un banco de piedra al lado del castaño y la fuente moviendo la cabeza en señal continua de negación.
-¡Quiero un puesto de trabajo! ¡ Y quiero tener cartilla de la seguridad social!
-Puedes utilizar la mía. No sé si estará caducada. Aquí lo importante es no necesitar ni médico ni medicinas. Todos los remedios se resumen en dos: Manzanilla y Poleo menta.
Fernando continuaba como marino que gobierna su nave, oteando el horizonte, en busca de un puerto cercano. Nada de nada. Lo único que llenaba el iris de sus ojos era un paisaje impresionante que muchos pagarían para disfrutar de él unos momentos. Jesús aprovechó el impás de su tranquilidad para sugerirle la solución de futuro.
-Si te parece podemos realizar elecciones a alcalde. Te cedo mi voto y tendrás mayoría absoluta.  Totalmente legal y tendrás tu trabajo garantizado. ¿Habrás traído tu carnet de identidad?
-Siempre lo llevo conmigo. Tenemos que estar identificados en todos los sitios.
Fernando hablaba mientras comenzaba el descenso desde su atalaya convencido de que la solución ofrecida por Jesús  era una buena alternativa. En un último salto se plantó en la plaza junto a su convecino.
-¿Dónde está el ayuntamiento? Debemos convocar las elecciones con tiempo suficiente. Tendré que elaborar el programa electoral y difundirlo para conocimiento público.
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... Y se celebraron las elecciones y se escrutaron los votos y hubo un empate técnico. Un voto para cada uno. Ninguno se había votado a sí mismo.
-“Jesús, no puedo darme el voto a mi mismo. Estaría fuera de mi honestidad”-se justificó Fernando.
-No hay ningún problema. Gobernarás con mi voto y tendrás la mayoría necesaria para ser elegido alcalde de este maravilloso pueblo casi abandonado.
Y pactaron. Prepararon todos los documentos, los firmaron  e iniciaron  el viaje a la diputación más cercana para presentar las credenciales como Alcalde y Teniente de Alcalde. Y consiguieron lo que en 100 años no se había conseguido: un sueldo digno para poder vivir dignamente.
Y lo celebraron por todo lo alto en la sede de la diputación.
Diez años después es completamente imposible llegar a la plaza de la iglesia. Los matorrales y las zarzas lo han invadido todo. De la torre de la iglesia ha desaparecido la campana centenaria que tantos años había tañído todos los domingos de la mano de Jesús. El techo se ha desmoronado y la cruz que coronaba la torre se ha precipitado sobre su propia tumba.
De cuando en cuando un eco lejano vuelve con el viento a las ruinas que ya han enmudecido para siempre: “¡Quiero un trabajoooooooooooo!

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